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- Este artículo que quiero compartir hoy contigo surgió como producto de una reflexión personal, digamos “existencial”, que tuve al respecto de mi actividad hace un tiempo atrás y concluyó en un análisis sobre el valor de lo que no tiene precio. ¿Aprecian las personas lo que otros hacen altruistamente? ¿Le es útil? ¿Sacan provecho del conocimiento que, todos los que elaboramos contenido, ponemos a su disposición? ¿ Valen la pena las horas que dedicamos escribiendo, recopilando información, publicando etc. y que restamos a nuestros seres queridos, familia o actividades personales? En definitiva… ¿ Las personas reconocen el valor aunque no tenga un precio?
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Un pensamiento me llevó a otro, y mi reflexión inicial derivó en tratar de descubrir el valor de lo gratuito. Y aquí estoy, compartiendo contigo lo que he descubierto.
Una cosa que tengo claro y que todos los estudios del comportamiento demuestran, es que todos tenemos aversión al riesgo. Unos en mayor medida, otros en menor, pero el hecho en sí de que exista la posibilidad de perder nos provoca más miedo que la alegría que nos otorga la probabilidad de ganar. Y como todos tenemos miedo a equivocarnos, adoramos el término “gratis”, “gratuito” o “sin coste”.
Gratis es la palabra mágica que nos alivia inmediatamente de la carga de decidir, porque libera a nuestro cerebro del desgaste energético que provoca analizar y tomar una decisión.
Gratis es la expresión que nos impulsa a presionar la tecla de “download” o “descarga” cuando creemos que algo podría interesarnos o ser de utilidad, aunque no le prestemos atención alguna, una vez finalizada la misma.
Gratis es el vocablo que nos alienta a beber una bebida o saborear una comida que de otra manera jamás hubiéramos osado probar.
En definitiva, gratis es el “conjuro mágico” que nos libera del miedo que hablaba anteriormente, porque gracias a él, no existe riesgo de perder. ¿Qué inconveniente, desventaja o riesgo (de coste) puede tener algo que no hemos pagado para obtenerlo?
Y ahora la pregunta del millón…¿Valoramos lo gratuito en la misma medida que lo haríamos si tuviéramos que pagar dinero por ello?
Es vox populi que uno valora más lo que le ha costado algo a cambio para conseguirlo. Que si algo nos cuesta mucho esfuerzo tendremos más cuidado en mantenerlo y que todo lo gratuito terminamos despreciándolo porque en nuestra mente no tiene valor, pero…¿es verdad esta creencia popular?
Vamos por partes, primero: ¿A qué llamamos valor?
Segun Philip Kotler, el padre del marketing moderno: Valor es la estimación que hace el consumidor de la capacidad total del producto para satisfacer sus necesidades, lo que podríamos resumir en la siguiente fórmula: Valor = beneficios totales – costos totales.
Es decir, como consumidores analizamos los beneficios que nos otorga un producto que pueden ser tanto tangibles como la utilidad, calidad, tecnología, etc., como intangibles : prestigio, status, felicidad etc. y los restamos con el coste de comprarlo. Si los beneficios que apreciamos son superiores al dinero que tenemos que pagar a cambio de ellos, lo consideramos valioso, ya que nos aporta más de lo que nos quita, en cambio si el coste es superior a sus beneficios, lo percibiremos como de poco valor y cualquier precio que pidan por él, nos parecerá caro.
Sin embargo, como yo creo que en la mayoría de las decisiones somos más emocionales que racionales, me inclino más por la definición del diccionario. A diferencia de la satisfacción, que es el resultado entre las expectativas y la experiencia vivida, el valor es una cualidad o conjunto de cualidades por las que una persona o cosa es apreciada o bien considerada. O sea, que visto desde este punto de vista, el valor es algo muy subjetivo que tiene que ver más con una percepción personal que con una definición universal, y que no es igual en todas las circunstancias de nuestras vidas, ni para todas las personas.
Para explicarme mejor voy a poner un ejemplo: podemos tener una experiencia satisfactoria o sentirnos satisfechos en un restaurante chino en el cuál no teníamos ninguna expectativa positiva y que nos sorprendió con una comida sabrosa. Sin embargo, no lo consideramos algo de “valor” porque no tiene las cualidades que nosotros en particular podemos apreciar como valiosas en un restaurante: una amplia carta de vinos, un ambiente refinado, una música clásica de fondo, etc.
En conclusión, el valor es algo subjetivo producto de una percepción personal y generalmente, como no tenemos un medidor interno de valor, necesitamos referencias externas que nos sirvan para comparar las ventajas de una cosa en relación con otra, estimando su valor en función de ello.
Volviendo a mi pregunta inicial: ¿Valoramos lo gratuito en la misma medida que lo haríamos si tuviéramos que pagar dinero por ello?
Lamentablemente, y muy a pesar de las miles de personas del mundo que dedicamos nuestro tiempo en crear contenido y ofrecer productos gratuitos, yo creo que la mayoría de personas, no lo apreciamos. No sólo porque no nos ha costado dinero, sino también porque muchas veces no nos ha costado tiempo, esfuerzo ni dedicación conseguirlo.
Está comprobado que la dificultad para obtener algo hace que esto sea más codiciado, por lo que no sólo el dinero es un factor determinante para que un producto sea valioso en nuestra mente, sino también lo difícil que nos ha resultado acceder a él.
¿Entonces…?
Aunque esta reflexión me ayudó muchísimo a entender el valor y las percepciones, no terminó de resolver mi duda existencial con respecto al valor que TÚ le otorgas a nuestro trabajo de difundir la educación financiera de forma altruista, por lo que… ¡necesito tu ayuda!
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